¿Hay alguna comedia mexicana que se realice sin la presencia del actor Silverio Palacios? Claro, hay varias pero de ver al frío y carente de presencia cinematográfica, Eugenio Derbez, prefiero a Palacios, quien ha demostrado su versatilidad de manera continua. Quizás sea un actor que muchos en el extranjero han visto, —al parecer es quien más trabaja en el cine mexicano al lado de Damián Alcázar—, sin realmente conocer su nombre.
Como saben, no tiene problema entre géneros y va de lo comercial a lo más independiente (El Violín), como pocos actores. Eso no significa que, todo lo que ha realizado merezca mención, pero la parte divertida y lo que hace funcionar a Acorazado (México/Cuba, 2010), de Álvaro Curiel, radica en la presencia de Silverio.
Las imágenes de La Habana son cautivantes, cada locación es un enigma visual, al igual que en Veracruz. Se nota planeación y mucho cuidado, nada acartonada. No obstante, los problemas son claros: algunos hoyos en el guión, personajes con poco desarrollo, y las ya trilladas bromas sexuales, de gordura y las de apariencia indígena. No se ofrece nada nuevo en ese departamento, pero lo más trágico del asunto, es su pésima y exagerada musicalización. No espero que Lynn Fainchtein, supervise cada película mexicana —musicalmente hablando—, pero existen tiempos y puentes, en los que la música debe servir como eje en la narrativa.
Pero para alguien que se ha desarrollado en la televisión por completo, Curiel ofrece una ópera prima mucho mejor de lo que uno podría esperar de ese medio; se nota la pasión, el reto de filmar en Cuba y lo principal, que se rodeó de grandes actores. Al final, ellos hacen que la película no naufrague como el pobre Silverio.
Acorazado se exhibe hoy a las 7:00 pm. Tickets aquí
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