Aeryn Gilleran, un hombre atlético de 34 años de edad y que trabajaba para las Naciones Unidas en Viena, desaparece el 29 de octubre del 2007, sin dejar rastro. Dos días más tarde, su madre Kathy Gilleran, una ex policía del Norte de Nueva York, recibe la terrible noticia.
Y como cualquier admirable madre, quien acepta a su hijo de manera incondicional, se desplaza al Viejo continente en busca de su paradero. Kathy no encontró a Aeryn, ni las respuestas que esperaba de un departamento de policía, que al parecer no tiene experiencia en cuestiones gays y no acepta la búsqueda de su hijo por su nacionalidad.