Cuando me dicen sobre las virtudes artísticas y físicas de la actriz estadounidense Ginger Rogers, sobre todo cuando se habla dentro de un contexto feminista y de exclusión, con toda justa razón, siempre pregunto si conocen a Ninón Sevilla, la actriz nacida en Cuba y una de las estrellas del cine mexicano de la Edad de Oro. Y no estamos cuestionando, los indiscutibles atributos de Rogers, pero una vez que se observa el talento y autoridad que emana de Sevilla en la pantalla grande (pregúntele a los cinéfilos franceses), es innegable afirmar quién es la mejor al cantar, bailar (¡en tacones!) y actuar en el séptimo arte de esa época.
Para muchos es fácil desestimar el poder de la actriz nacionalizada mexicana, porque se trata de un cine de rumberas, populachero, y por ende son melodramas básicos de la postguerra (a veces moralinos y misóginos), pero lo cierto es que en su obra cumbre, Víctimas del Pecado (México, 1951), dirigida por Emilio Fernández, demuestra un irrefutable don artístico que debería ser referente en el mundo cinematográfico mundial. Y para lograr eso, gracias a Permanencia Voluntaria, que dirige la mexicana Viviana García-Besné y a Peter Conheimel de Cinema Preservation Alliance (Estados Unidos), este clásico del melodrama musical fue restaurado en toda su gloria y se exhibe desde el pasado viernes en la catedral del cine independiente de Nueva York: Film Forum.