No me sorprende que al término de una película en Nueva York, siempre y cuando se trate de un festival o se cuenta con la presencia del director/elenco, la audiencia termine con sendos aplausos. Claro que existen sus excepciones... pero es extraño cuando se está en medio de una ligera nevada, es viernes por la tarde, sin ningún incentivo extra para ir al cine, y aún así el público muestra su aprecio de manera espontánea.
Si la finalidad del cine es emocionar al espectador --sea cual fuera el género cinematográfico-- entonces la cineasta Belén Macías debe estar muy orgullosa con su ópera prima El Patio de mi Cárcel, ya que su proyección finalizó con ovaciones del poco pero entusiasta público, que se dio cita en el Walter Reade del Lincoln Center.