Por algún tiempo, la periodista Julienne Gage tenía la inquietud de hacer un cortometraje documental. Un día cenando con una amiga en un restaurante argentino, conoció a la que se convertiría en la protagonista de su primer y único documental: María Angélica Milán, mejor conocida como La Gata, una veterana intérprete de tangos que vive en Miami.
Su encuentro inicial no fue de lo más dulce, pero marcó la pauta que seguiría su relación venidera. "Nunca la había visto", recuerda Julienne, cuya primera impresión de ella fue que se trataba de una mujer haciéndose la loca. "No sabía que tenían entretenimiento esa noche, de repente vino (a la mesa) y me pidió que guardara silencio porque estaba cantando".
Así de directa fue la octogenaria argentina, que al nacer fue entregada a un convento en Buenos Aires, y una vez sin las monjas se dedicó a la artisteada. Fue modelo y actriz, su entrega por el tango, hizo que viajara por el mundo y hasta tuvo sus propios lugares de canto. Pero como en todo tango, hay algo de tragedia y pasión, a finales de los 80 La Gata terminó en Miami, como empleada de limpieza y prácticamente sin nada.
