Para quienes vean el documental Limelight (Billy Corben) —encontró distribuidora antes del festival y su estreno se estima a finales de agosto— y esperen un perfil digno y colorido de uno de los clubes más famosos en la historia de Estados Unidos, puede que resulte un tanto decepcionante. Limelight es un filme modesto e inconsistente que solo reivindica a su dueño y quien fuera rey de la vida nocturna de Nueva York por años: Peter Gatien.
Y fueron a partir de esos eventos, con informantes demasiado estúpidos y una fiscalía débil, que el gobierno comenzó el juicio contra Gatien. Más allá de las anécdotas de los entrevistados, quienes trabajaban de cerca con él y un informante de la físcalia, el filme se basa en hechos y transcripciones durante el juicio. Quizás lo más significativo de Limelight, para quienes vivimos esa época en Nueva York, provoque un poco de nostalgia, ya que la vida nocturna ha muerto en la ciudad. Así como se aprecia la transformación de Nueva York, los años de Giuliani y su ataque en contra de los clubes, queda claro que su estrategia funcionó: ahora el club que se localizaba en una iglesia y que reinó durante la década de los 90 y entrados en los 00, es un triste centro comercial.
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