Desde el núcleo familiar y de género, se abordan la homofobia, el racismo, el maltrato infantil, la violencia de barrio y la desigualdad económica. También tenemos una historia sobre
el despertar adolescente, los asuntos de imagen corporal y la identidad afrodescendiente en Venezuela. Todo lo anterior cargado con tintes políticos que rayan en la estigmatización de aquellos que se pretende iluminar o ayudar. Estamos ante un relato trágico, donde no falta la miseria y la explotación, en pocas palabras un poverty-porn.
La historia se centra en Marta, una mujer joven, desempleada y recién viuda. Ella vive con dos hijos pequeños en una unidad habitacional gigantesca, en un barrio de clase trabajadora en Caracas, la capital venezolana. A Marta le molesta que su hijo (Samuel Lange) de nueve años con el pelo rizado, pase tanto tiempo en el baño arreglándose frente al espejo y también de la forma en que baila. Junior es afrodescendiente, y desea tomarse una foto para la escuela con el pelo lacio como uno de los cantantes que salen en la televisión. ¿Quién no ha soñado eso?