Escrita y dirigida por León de Aranoa, El Buen Patrón es una tragicomedia que le tira a la sátira corporativa provinciana de España. Hay risas, momentos chuscos, y claro desgracia. La cinta inicia con un suceso trágico, que sirve de trampolín, para conocer la cara amable de Julio Blanco (Bardem), dueño por herencia de la compañía Básculas Blanco.
El empresario es un cincuentón casado ligeramente atractivo, manipulador, infiel y corrupto; sentimientos que Bardem logra esconder a la perfección. En la empresa Blanco es atento, carismático, y considera a los trabajadores como parte de su familia, incluso si no comporten el mismo tono de piel.
El guion sufre por el engolosinamiento de León de Aranoa, al concentrarse en las historias de José y Mirelles, que solo demuestra lo débil de los personajes. En este largo y repetitivo lapso, conocemos a Aurora (Mara Guil), una cajera de un supermercado y esposa de Mirelles, quien según él, ella lo está engañando con otro hombre.
Guil, quien tiene al menos tres escenas en todo el filme, en dos de ellas habla y vaya que lo hace memorable. Estas secuencias se desarrollan siempre al lado de Bardem, quien pretende conciliar entre la pareja y de paso decirle a Aurora lo que debe de hacer por el bien de la "compañía". Guil puede que carezca de líneas, pero no de talento. Aurora escucha atenta el discurso manipulador del jefe de su todavía esposo, pero es con la mirada, la postura y la forma de usar el sorbete que revela su determinación ante la imposición paternalista de Blanco.
Bardem y Almudena Amor |
Una vez que libramos estos baches narrativos, la historia retoma su ritmo, desvela las negras intenciones de Blanco y conmociona. Con una duración de dos horas, León de Aranoa, trata de abordar de una manera un tanto superficial, algunos problemas de la realidad laboral contemporánea: el acoso sexual, la integración de personas no blancas en la toma de decisiones, el poder de la mujer y la falta de trabajo después de los 50 años, entre otros. Si bien Blanco quiere que todo sea perfecto, el cineasta español nos recuerda lo que muchos ya conocen: la perfección es el opresor de la gente; la reflexión es contundente, no existe el jefe buena onda. Sin embargo, la mancuerna entre director y actor es un claro ejemplo que a veces las relaciones entre jefe y empleado funcionan de maravilla.
El Buen Patrón se exhibe en Nueva York a partir de mañana viernes en el Quad Cinema, BAM, AMC Lincoln Square 13, AMC Kips Bay 15, y Cinemas 123 by Angelika.
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