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Monday, April 17, 2023

Reseñas en Aviones: Mal de Ojo (2022) y El Empleado y el Patrón (2021)

Una de las formas para mitigar los sentimientos negativos, y el estrés que genera todo lo relacionado a los aeropuertos, entre otras cosas, es ver una película o dos. 
 
Así en las alturas, uno puede encontrar alguna joya o churro —dependiendo el gusto— que posiblemente no llegará a los cines o plataformas digitales estadounidenses. Claro ejemplo, fue cuando en un vuelo estaba disponible Rita, el Documental (México, 2018) de Arturo Díaz Santana, sobre la vocalista y líder del grupo Santa Sabina. Nada me había preparado para tal experiencia, una emotividad garantizada, que por momentos olvidé todos los malestares con la aerolínea.

Otro filme memorable fue Carmín Tropical (2014) de Rigoberto Perezcano (Norteado, 2010), quizás si la vea ahora tendría otra opinión, pero en ese momento no pude moverme de mi asiento por cerca de 80 minutos. Otras veces no hay nada en cuanto a nuestro territorio, que uno opta por una peli que no merece pagar una entrada de cine, tal es el caso de la muñeca Annabelle y sus secuelas. 
 
Otro medio de transporte para el disfrute o la frustración de la proyección de filmes, son los autobuses de largas distancias. En algunos medios (los más caros), el entretenimiento es personal, y por lo regular tienen una mediocre selección. Están otros que son de segunda y primera clase, en donde las televisiones están distribuidas a lo largo del autobús y no hay forma de que uno se escape de ellas. Por lo general ponen películas de animación en la gran mayoría de México, o de acción en Sudamérica. 
 
No obstante, en uno de esos viajes por las carreteras del Sur de México, el conductor seleccionó Hilda, una peli mexicana (obvio) y desde la primera escena quedé enganchado. Quizás tenga que desempolvar esa reseña. Otra que recuerdo muy bien, fue Guten Tag, Ramón (2013), de Jorge Ramírez Suárez, un relato de migración que por lo menos no trataba de Estados Unidos, y eso era bienvenido. Ahora puedo reportar que en este reciente viaje, tomé uno de siete horas y afortunadamente no tenía de esas televisiones que salen por arte de magia arriba de tu asiento, ¿serán ya cosa del pasado? o quizás todas las quejas y comentarios negativos surtieron efecto.
 
Lo que si no ha cambiado es el entretenimiento que uno obtiene si su vuelo es mayor a dos horas. Esta vez tuve la oportunidad de ver dos películas latinoamericanas que ya estaban en mi lista desde el año pasado. Estas reseñas son un tanto informales, debido al caos que se vive en un avión y las demás distracciones que acompañan a esta experiencia. Es decir, no es un claro indicador de aquellos, que quizás las disfrutaron en la pantalla grande. La primera en seleccionar fue Mal de Ojo (2022, México), del director Isacc Ezban. Es cine de terror que causó sensación en este país el año pasado, en donde este género sigue creciendo tanto en la producción como en la taquilla. La cinta que marca el regreso al séptimo arte, de la actriz Ofelia Medina, tropieza desde su primera secuencia en donde vemos una toma aérea del trayecto de un carro en medio de un bosque a la El Resplandor (Stanley Kubrick), a la que no le falta la música que acompañan este tipo de clichés cinematográficos. 
 
Con un guion original de Junior Rosario (su adaptación lo incluyó, así como a Ezban) presenta a un matrimonio joven con dos hijas, en busca de una cura para la menor por lo que deben dejarlas con su abuela (Medina) en un pueblo alejado. La historia toca temas como el abuso infantil y el despertar adolescente, que se entrelazan con un relato de brujas y seres diabólicos. Desafortunadamente, Rosario y Ezban nos cuentan la historia desde el comienzo, en voz de la actriz Paloma Alvamar (foto arriba), que nos otorga una de las actuaciones más convincentes del largometraje. La tensión y la gran revelación que el espectador debe confrontar en los momentos finales, se ve opacada por tal desliz al inicio de la misma. Si bien la  producción crea una atmósfera que está a la altura del cine internacional de género, la presencia de Medina no puede salvar el producto, ni porque diga 'mamita' durante todo el filme. Ese hubiera sido el mejor título.  

En un viaje (JetBlue) a Nueva Orleans por año nuevo, vi que estaba disponible El Empleado y el Patrón (2021), el tercer largometraje de Manolo Nieto, representante de Uruguay en los premios Oscar y no dude en presionar play. No obstante, apareció una advertencia que tuviera cuidado por si había menores, así que miré a mi alrededor y decidí que no era el momento. ¿Tendrá desnudos, o escenas muy fuertes?, me pregunté en ese instante.
 
No tenía la mínima idea, y para no herir susceptibilidades ajenas, me quedé con las ganas de verla. Tres meses después, observó que Aeroméxico la tiene en su sección de estrenos y ahora sí no se me escapa. Afortunadamente, no salió ninguna advertencia o leyenda, me pregunté si la primera aerolínea exageró o simplemente vi una versión censurada de la segunda. Me inclino más por la primera instancia. Así tenemos un relato rural y fronterizo, ambientado entre Uruguay y Brasil, y protagonizado por el excelente actor argentino, Nahuel Pérez Biscayart (foto).  
Nieto captura una mirada contemporánea y a veces silenciosa, de los conflictos internos de clase que los protagonistas (el patrón y el empleado, así como sus respectivas esposas y bebés), experimentan cuando una tragedia sucede en esta apacible comunidad rural. Los deseos, las apariencias y las intenciones, entre ambos bandos, son aparentes y en algunos momentos, explícitas. El tono natural que visualmente acompaña a la pausada narrativa, aunado al buen trabajo actoral de ambos protagonistas (Pérez Biscayart y Cristian Borges), imprimen un toque singular, que compensan cualquier problema con la delgada trama. 

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