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Tuesday, April 11, 2023

De Viajes y Cine: La Cineteca Nacional

Ya en la anterior entrada, dábamos cuenta de algunas sorpresas que nos encontramos durante nuestra visita a la Cineteca Nacional y ahora tenemos algunos momentos que capturaron nuestra atención. Como se puede apreciar es un edificio moderno, funcional y con tecnología de punta. Hay varios restaurantes, tiendas, una videoteca, una librería y un espacio para funciones al aire libre. Las palomitas y los churros son una locura.

En el segundo nivel, donde vi, Huesera, tienen una fuente de helados. En mis años de universitario, no tenía ese aire tan comercial; era en los alrededores de la Cineteca donde uno iba a comer. Muchos de esos comercios han desaparecido, al barrio lo destruyeron con construir un centro comercial y un edificio horrible, genérico y carente de alma.


Así los recibe la Cineteca: bienvenidos cinéfilos. Por cierto los martes y miércoles pagan solo $40 pesos por cualquier función. Me gusta que la tradición de los miércoles siga en pie. Cuando era pequeño la única forma de asistir al cine —cuando se carece de dinero— era ir todos los miércoles y de matiné los sábados, ya que las entradas eran 2 por 1. Podríamos ser bastante pobres, en relación a Estados Unidos, pero siempre íbamos de manera constante al cine. 

Y es que en ese tiempo, el séptimo arte era considerado una necesidad, como debe de ser claro, ya que estaba incluído en la canasta básica (necesidades que requiere un mexicano para vivir). Con la llegada de 1994, el cine quedó fuera de la canasta, y la gran mayoría de cines fueron privatizados, y para muchos ir a disfrutar de la experiencia del cine terminó con la liberación del precio de las entradas. Afortunadamente la Cineteca estaba ahí y sigue, quizás en su mejor momento.

 

Para ser un lunes después del mediodía, fue una grata sorpresa ver que había mucha gente, en su gran mayoría jóvenes universitarios. Es un recinto bastante grande, comprende 10 salas y se parecen más a las del cine comercial en Nueva York, que a las propias de las Casas de Arte. En esas se proyectan una veintena de películas, por lo regular estrenos recientes y una función por día en casi la mitad de estas. Es casi la misma programación que vemos en Manhattan y Los Angeles. Tienen los grandes éxitos del circuito internacional, y del cine independiente y comercial estadounidense, esto hace que un veinte por ciento de las proyecciones se dediquen al cine mexicano y latinoamericano. En este rubro, obvio, nos llevan la delantera. 

Aquí ya se estrenó Chile 1976 —que pronto llega a Nueva York—, otro filme chileno que ya se puede apreciar aquí después de su paso por Sundance es Brujerías (2023, Christopher Murray). Algunas ya pasaron por Ciudad Gótica el año pasado, tales son los casos de Clara Sola, y Dos Estaciones, entre otras más. A diferencia de las Casas de Arte en Nueva York, la Cineteca no recurre tanto al cine de repertorio, aquí es bastante selectivo, se pueden ver todos los días, pero existe un énfasis en los fines de semana. Durante nuestra visita se presentó la recién restaurada Los Caifanes (México, 1966), de Juan Ibáñez, un clásico del cine de los años 60, que continúa en cartelera hoy. Como verán la Cineteca Nacional es de los pocos espacios en la CDMX, donde se puede ver cine mexicano, que a pesar de su robusta producción, no encuentra los medios de distribución y difusión que requiere para crecer.

 

Así también nos encontramos de manera sorprendente con que El Silencio del Topo de Anaïs Taracena, llevaba ya más de cinco semanas exhibiéndose con una gran respuesta del público.

 

En Nueva York se habla mucho del espacio y arte público, así como el acceso libre al arte y la cultura desde una perspectiva de barrio o comunitaria, no obstante la Ciudad de México ha realizado eso por décadas. Me tocó ver varias exposiciones de gran calidad en las instalaciones del metro, y literalmente en la calle. Una de ellas, a las afueras de la Cineteca, que lleva por nombre Espacios Imaginarios y contempla una serie fotográfica que rinde homenaje a los escenógrafos, carpinteros, pintores y demás personal que recrearon parte de la vida en la década de los 40 y 50 durante la época de oro del cine mexicano. Arriba una escena de Amor Vendido (1950), de Joaquín Pardavé


Aquí arriba Que Dios me Perdone (1945) de Tito Davison, con María Felíx personificando a una espía (disponible en Apple TV). La serie fotográfica muestra la vida que se desarrollaba en los cabarets, los salones de baile, las vecindades y las azoteas del entonces Distrito Federal. Imágenes únicas que han desaparecido de la hoy vieja Ciudad de México. Quisiera llevarme cada una de ellas.

 


Como muchos saben, México es un país de muralistas de gran tradición. Y no es ninguna sorpresa en esta época, encontrarlos a lo largo y ancho de la ciudad. Y también en las afueras del recinto cinematográfico, hay varios que llaman la atención. Quizás uno de los más reconocidos por las y los lectores de este espacio, sea Los Reyes del Mundo (Netflix, 2022), segunda producción de Laura Mora Ortega (Matar a Jesús, 2017), que representó a Colombia en la contienda por una nominación en los premios Oscar.
 
A diferencia de Estados Unidos, aquí en México sí se estrenó, y después de varios meses de su premiere este mural (arriba) continúa sin ninguna alteración para disfrute de quienes caminamos hacia la estación de metro. Los Reyes del Mundo es sobre la travesía de cinco adolescentes de Medellín, sin hogar ni familia, que buscan reclamar una propiedad que le fue heredada a uno de ellos, y está disponible en Netflix a nivel mundial. Así solo nos falta presentar unas reseñas de avión, y regresamos a nuestra cobertura neoyorquina habitual.
 
(Fotos Christian Del Moral)  



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