Con las nominaciones para Mejor Película Internacional (Alemania, Argentina, Bélgica, Irlanda y Polonia) que se presentaron hace una semana, terminó la carrera para 10 filmes semifinalistas.
Y anteriormente ya había finalizado el trayecto de 14 candidatas de América
Latina que buscaban un lugar entre las 15 mejores; tampoco España logró su cometido. Tal y como recordarán sólo México y Argentina, hoy nominada, lograron avanzar a las semifinalistas.
Sin duda, fue una de las contiendas más sobresalientes que recordemos, ya que varias se estrenaron en Estados Unidos como nunca antes. Algunas llegaron con el respaldo de premios de varios festivales de cine alrededor del mundo, que al final como ya saben no garantizó nada.
De estas 15 películas latinoamericanas, vimos a las representantes de Argentina (Argentina, 1985), Bolivia (Utama), Brasil (Mars One), Chile (Blanquita), Colombia (Los Reyes del Mundo), Guatemala (El Silencio del Topo), México (Bardo), Paraguay (Eami), República Dominicana (Bantú Mama) y Venezuela (La Caja). Nada mal, ¿cierto? Tres se nos escaparon: Costa Rica (Domingo y la Niebla), Ecuador (Lo Invisible) y Uruguay (El Empleado y el Patrón). Las candidatas de Panamá (El Cumpleañero) y Perú (El Corazón de la Luna) todavía no llegan a Nueva York y dudamos que así lo hagan.
Con este número de vistas, significó un récord ya que por lo regular si se ven cuatro o cinco, es un triunfo para el espectador. ¿Cómo se llegó a esta cifra? Tuvimos varios estrenos en la ciudad, y la gran mayoría de ellas también se presentaron en Los Angeles (Bardo, Blanquita, Utama, La Caja y Argentina, 1985). Otras llegaron a través de presentaciones especiales o en festivales de cine neoyorquinos (El Empleado y el Patrón, Mars One, Bantú Mama, El Silencio del Topo, Lo Invisible, Eami, Domingo y la Niebla) y finalmente Los Reyes del Mundo que aterrizó vía Netflix.
Entre lo más significativo o tendencia que encontramos en algunas de las candidatas es una estructura narrativa que se basa en la incesante búsqueda de justicia, así como sus implicaciones sociales. Así tenemos, a tres que sobresalen es esa línea: un convencional, apasionado y eficaz drama de tribunales histórico (Argentina, 1985), una irregular pero convincente historia sobre un escándalo turbio que puso en jaque al aparato de justicia, gobierno y clero en Chile (Blanquita), y un documental poético sobre la memoria y la ausencia (El Silencio del Topo), que a pesar de sus limitantes trasciende entre el mundo de la no ficción. También podríamos incluir a la fallida Los Reyes del Mundo, en donde su protagonista principal se lanza a una odisea trágica en la búsqueda por unas tierras de su abuela y que la justicia colombiana dictaminó le pertenecen.
Asimismo, la búsqueda personal (Bardo), familiar (La Caja, Bantú Mama) y de aceptación (Mars One) también se hicieron presentes este año. Quizás la más presuntuosa de todas fue Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades, del mexicano Alejandro González Iñárritu.
Son 174 minutos sin una clara narrativa, carente de conflicto y con
algunas secuencias bien elaboradas que denotan una energía visual
gracias al cinematógrafo Darius Khondji, nominado hoy al Oscar por este trabajo.
Del lado actoral, tenemos a un opaco Daniel Jímenez Cacho, que simplemente no encontró las líneas ni el momento idóneo para sobresalir. Pareciera que desde su presentación en Venecia,
en donde se fue con las manos vacías y de inmediato al cuarto de
edición para cortar más de veinte minutos, su destino estaba sellado. Fue un riesgo creativo, que no funcionó, y que resultó en un duro golpe
para González Iñárritu y Netflix. Con Bardo quedó demostrado que su historia personal, relación binacional y crisis existencial no es de lo más interesante para la audiencia.
Entre las sorpresas más que bienvenidas de esta selección, podemos mencionar a los directores Gabriel Martins, de Mars One (Brasil) y Alejandro Loayza (Utama, Bolivia), quienes sin duda estuvieron cerca de entrar a las 15 semifinalistas. Por último, tenemos a Eami, de Paz Encina, representante de Paraguay y a la que pudimos ver en la última jornada de Las Contendientes del MoMA. Eami tiene buenas intenciones pero es un filme con una narrativa desarticulada, por momentos
sensorial y que no confronta de manera directa las atrocidades de que
fueron objeto los Ayoreo, grupo originario de la región Chaco, en Paraguay.
Y ahora que la contienda terminó, algunos se preguntarán, ¿qué sigue? De hecho la pasarela de candidatas ya comenzó con algunos títulos que se presentaron en Sundance y que bien podrían figurar el próximo año. Además vendrán varias de las cintas —ya sea en la pantalla grande o por las plataformas digitales— que se quedaron en el camino, con ganas de ser vistas y de representar a su país.
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